Misa por el eterno descanso del Papa Francisco
- Administrador
- 22 abr
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En la noche del lunes 21 de abril nuestro obispo, Monseñor Héctor Zordán, presidió la Eucaristía pidiendo por el eterno descanso del Papa Francisco.

En la madrugada del lunes, 21 de abril, se conoció la triste noticia del fallecimiento del Santo Padre Francisco. En nuestra diócesis Monseñor Héctor Zordán convocó a la celebración de la Eucaristía en la Catedral San José de Gualeguaychú e instó a las demás comunidades a realizar celebraciones similares.

De la celebración en Catedral San José, participó el Intendente de la ciudad de Gualeguaychú, Mauricio Davico, junto a miembros del gobierno local.
"Queremos recordar al Santo Padre fallecido con afecto filial y con una inmensa gratitud: ¡Cuánto bien le ha hecho a la Iglesia y a la humanidad de nuestro tiempo! Celebramos su larga vida y su ministerio tan fecundo al servicio de la Iglesia, tanto aquí en Argentina como en todo el mundo." Indicó Monseñor Zordán en su homilía.

Te invitamos a leer o escuchar la homilía de Monseñor Héctor en la Misa por el fallecimiento del Papa Francisco.
MISA EL DÍA DEL FALLECIMIENTO DEL PAPA FRANCISCO
Iglesia catedral San José de Gualeguaychú
21 de abril del Año Santo 2025
Hechos 2,1...33
Sal 15,1…11
Mt 28,8-15
Esta madrugada nos hemos despertado con la triste noticia del fallecimiento del Santo Padre Francisco, ocurrida en primeras horas de este lunes de Pascua, inmediatamente terminado el domingo de la resurrección del Señor.
Queremos recordar al Santo Padre fallecido con afecto filial y con una inmensa gratitud: ¡Cuánto bien le ha hecho a la Iglesia y a la humanidad de nuestro tiempo! Celebramos su larga vida y su ministerio tan fecundo al servicio de la Iglesia, tanto aquí en Argentina como en todo el mundo. Rescatamos su legado como pastor universal y como líder mundial; sus gestos y sus acciones en la Iglesia y en el mundo, la mayoría de los cuales ni siquiera podremos conocer y que en tantas oportunidades ha sembrado las ganas de vivir y la esperanza en tantas personas. Y su enseñanza en tantos ámbitos diversos: la homilía, los mensajes de las jornadas mundiales, sus mensajes por tantos otros acontecimientos, los reportajes que le hicieron, los saludos a través del audio y el video, el diálogo mano a mano; sus numerosas exhortaciones apostólicas y otros documentos magisteriales, y sobre todo sus cuatro encíclicas: Lumen Fidei (2013), Laudato si’ (2015), Fratelli tutti (2020) y Dilexit nos (2024). Su enseñanza para hacer una Iglesia más abierta, acogedora, no confrontativa, capaz de dialogar con la cultura de nuestro tiempo, que salga al encuentro de la gente, particularmente los que están sufriendo por diversos motivos, y, sobre todo, una Iglesia más misionera.
Agradecemos el don del proceso sinodal al que nos ha convocado y que ha acompañado de modo tan cercano en estos años. Un proceso que no terminó con la celebración del Sínodo ni termina con su muerte, sino que se prolonga para hacer una Iglesia que sea de verdad espacio de comunión y participación para la misión.
Compartimos la tristeza de este momento. Nos unimos en la oración confiada pidiendo su descanso en el Señor y haciendo lo que nos pedía al final de cada mensaje y de cada carta: "recen por mí".
Nos ilumina lo que pedimos en la oración colecta de esta misa: la gracia de vivir de acuerdo con la fe que recibimos en el Bautismo/la fe que profesamos.
En la vigilia pascual, antes de ser rociados con el agua bautismal, hemos proclamado que creemos en Jesús, el Dios hecho hombre, crucificado, sepultado y resucitado, y que vive para siempre. También hemos expresado solemnemente que creemos en la resurrección de la carne o en la resurrección de los muertos. Esto que creemos y que profesamos alienta nuestra esperanza frente al acontecimiento decisivo de nuestra vida que es la misma muerte.
Por eso miramos la partida definitiva del Santo Padre con una profunda esperanza, como sabemos que también él miraba su propia muerte en perspectiva de futuro.
Y el evangelio que proclamamos nos da el tono de la celebración de este día y nos permite continuar desplegando con sentido celebrativo el acontecimiento de la Pascua del Señor. En su relato se nos hace presente un hecho ocurrido esa misma madrugada, la de la resurrección. Se nos cuenta el encuentro con el Resucitado de aquellas mujeres que habían ido muy temprano a la madrugada, para terminar los ritos mortuorios y dejar bien sepultado al Maestro. Ellas se toparon con el sepulcro vacío y recibieron como una buena noticia –la buena noticia de la Pascua– el anuncio de la resurrección del Señor. Al principio les costó aceptar y entender… Cuando regresaban el mismo Jesús les salió al cruce. Imaginemos la mezcla de temor, desconcierto, susto y alegría… Todo junto en el corazón palpitante de aquellas mujeres. Y la consigna del Resucitado que nos sirve también a nosotros, particularmente en este momento de incertidumbre que vive Iglesia: “¡Alégrense!”, la alegría propia del cristiano que acompaña la certeza de que la vida, la vida en plenitud, tiene la palabra definitiva sobre el mal y la muerte; y: “¡No tengan miedo!”, si lo más trágico que puede pasarle a una persona ha sido vencido y superado, la serenidad debe ser la actitud propia del discípulo al enfrentar cualquier situación difícil y complicada.
Que la fuerza desbordante de la Pascua transforme nuestra vida, regalándonos el don de una fe sólida, de una alegría profunda y de una serenidad creyente.
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