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Jornada de Oración por la Patria - Celebración de la Eucaristía

Monseñor Héctor Zordán presidió la Eucaristía en la Basílica Inmaculada Concepción de Concepción del Uruguay.


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Celebración de la Eucaristía - Basílica Inmaculada Concepción

Este viernes se llevó adelante en todo el país la Jornada de Oración por la Patria en vísperas de las elecciones de balotaje del próximo fin de semana, convocada por los obispos que estuvieron reunidos la semana pasada en la 123° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina.



Nuestro obispo, Monseñor Héctor Zordán, peregrinó a la Basílica Inmaculada Concepción de la ciudad de Concepción del Uruguay, donde acompañado de gran cantidad de fieles, sacerdotes y seminaristas celebro la Eucaristía y rezó a los pies de la imagen de la Virgen.


 

Compartimos el texto de la homilía de nuestro obispo:


Emerge luminosa ante nosotros la imagen de María. Ella nos ha invitado hoy a su casa y nos recibe como madre. De ella nos habla la Palabra de Dios que proclamamos.

Venimos con corazón de peregrinos a sus pies para suplicarle su intercesión maternal.

Desde aquellos primeros días de la resurrección de Jesús, en la primitiva comunidad cristiana, y a lo largo de toda nuestra historia, María estuvo junto a los discípulos que rezan y suplican, y nos hace experimentar su cercanía, su ternura y su compasión de madre. Ella acompaña la oración de sus hijos y a sus hijos en oración (cfr. Hc 1,14).

La Virgen, siempre atenta a las necesidades de todos, como en la fiesta de Caná (cfr. Jn 2,3), también está pendiente de nuestras necesidades y no se le escapa nada de lo nuestro… Por eso vinimos a pedirle que nos ayude a decir con insistencia y confianza: “Jesucristo, Señor de la historia, ¡te necesitamos!

Nosotros traemos el sentimiento y la experiencia de tantos hermanos con quienes compartimos el camino de la vida en nuestra Patria; como ellos, también nosotros “nos sentimos heridos y agobiados”. Es la herida y el agobio que deja el desconcierto y la incertidumbre por el futuro, la pobreza creciente, la degradación de la educación que hipoteca el futuro de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, la banalización de tantas cosas que consideramos valores, la falta de consideración y de respeto por las instituciones de la Patria, la pérdida del sentido del sacrificio para conseguir lo que necesitamos y del valor del trabajo, el resquebrajamiento del tejido social y tantas otras cosas que nos duelen tanto… Pero venimos con esperanza, sabiendo que todo lo que hemos depositado en su corazón de Madre lo hemos conseguido, y de manera sobreabundante. Y traemos una certeza: “Nosotros queremos ser una nación cuya identidad es la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común”.


Estamos dispuestos a llevarnos dos cosas:

La esperanza: una esperanza asentada en tantos valores que también descubrimos en nosotros, en nuestro pueblo, en la gente con quienes compartimos lo cotidiano: la solidaridad que se pone en juego en los momentos más difíciles y dramáticos; un sentimiento de fraternidad que aparece cuando salimos campeones, pero que puede surgir también en otras circunstancias; la capacidad de amistad social, aún en medio de diferencias importantes; la experiencia de haber enfrentado grandes desafíos y la grandeza de corazón para seguir enfrentándolos; la búsqueda de la paz y la capacidad de jugarnos por ella.

Y un compromiso: el compromiso de construir el bien común y de sostener y defender la verdad, aunque cueste; el de amar a todos sin excluir a nadie, pero privilegiando a los más pobres y a los que quedaron en las márgenes de la vida; el de perdonar a los que nos ofenden desterrando de nuestra vida el odio y los sentimientos de enemistad; el compromiso de construir la paz empezando por lo pequeño y por lo cotidiano.

Estamos ante un momento muy importante de la historia de nuestra Patria: las elecciones nacionales. Tenemos que votar para elegir al próximo presidente; y para ello necesitamos discernir con claridad.

El discernimiento es un don, que va muy unido a la sabiduría. Lo pedimos con confianza y disponemos el corazón para recibirlo como regalo de Dios, como gracia suya. Pero también es una tarea, que nos compromete a meternos en el tema, a involucrarnos en la cuestión pública: pensar, evaluar, sopesar, decidir y hacernos cargo.

Cuánta serenidad y confianza nos da el llamado de María, que sigue haciéndo resonar desde Luján y desde cada lugar mariano de nuestra Diócesis y de nuestra Patria: “¡Argentina, canta y camina!” Hoy queremos llevarnos también ese sentimiento y esa experiencia.


 

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